Crecer

Crecer es animarse a mirar hacia adentro
y encender una luz en cada rincón.
Es desnudar el alma, iluminar la mente y vencer el rencor.
Caminar descalzo sobre los cristales rotos del desamor
y curar las heridas con perdón.
Crecer es llorar profundo, temblar de miedo
naufragar en el fondo y sonreírle al dolor.
Es buscar más allá del equilibrio,
de la comodidad aparente, del disfraz de turno;
para caer en la tormenta de la incertidumbre
y galopar a clina limpia por el sendero del temor.
Crecer es saberse débil y vulnerable
y soportar lo incierto de la angustia
sin caer en las garras de la desesperación.
Caminar bajo la lluvia y sentir el viento en la cara
sintiéndose agua y aire, sabiéndose parte de la creación.
Crecer en encontrarse de frente con el niño que fuimos,
mirarlo a los ojos y preguntarle quién soy,
es aferrarse a respuesta y volver al presente
con el deseo de intentarlo y la tolerancia al error.
Es confiar en esos ojos y recuperar esa mirada,
caminar de frente al sol,
con la insolencia de aquel niño y la fortaleza del luchador.
Crecer es recorrer el camino de regreso a nuestro interior,
es vencer los escenarios y personajes,
las caretas y los rótulos,
para encontrarnos con la verdad de lo que somos
detrás del telón.
Es despojarse de lo aprendido,
de las rutinas repetidas sin sentido,
y preguntarnos en cada paso
por el sentido de nuestra acción.
Crecer es animarse a mirar hacia adentro
y saber que no hay principio ni final,
que solo hay un camino
que avanza, se detiene y vuelve a empezar.
Que lo importante es lo que hacemos
con aquello que creemos,
y lo que creemos de aquello que hacemos.
Que lo importante es lo que somos,
más allá de lo que hacemos.
Y lo que hacemos para seguir siendo lo que somos.